domingo, 11 de marzo de 2012

carrusel.

Parece que hace falta salir de vez en cuando a respirar el aire de las amapolas y los almendros, resplandecientes entre montañas de hojarasca. A veces es necesario volar por la carretera y agotar las piernas sorteando guijarros y baldosas azules para llegar a la pupila de un búho apostado en una chimenea, o a sujetar las alas moteadas de una frágil mariposa.

Saltar, gritar, resbalarse, preguntar, fotografiar y cantar.

Y luego llegar a casa y darse cuenta de que absolutamente nada de tu mundo ha variado. Que los libros, la ropa y las lágrimas siguen desperdigadas por la habitación, allá donde las dejaste. Que no basta únicamente con poder tocar el cielo unos momentos si no has llevado paracaídas contigo. Y que a cada minuto, el reloj de arena cambia de posición: el eterno retorno.

sábado, 10 de marzo de 2012

donde solíamos gritar.

A pesar de que los días van menguando la llegada de la primavera, mi corazón ya aletea desde hace varios meses como un colibrí. Las taquicardias han ido ganando peso en mi pecho, sobre todo cada vez que tus labios rozan mi piel. Estar contigo es...

... ¡demonios!, ¿cómo definirlo? Igual si me das otro beso recupero la dicción, porque las ganas de tenerte no las pierdo nunca. Como tampoco me pierdo cada minúsculo movimiento con los que tus ojillos -del color de la coca-cola- recorren mi gesto después de una explosión de vida y luz.

Y todos los días acostumbro a tachar un número del calendario. Este mes le ha tocado a los impares, pero de vez en cuando hago trampas y me salto un par de días, a ver si de esa forma llegamos antes al sábado y me abrazas un poquito. Mientras tanto, me contento con mirar una y otra vez las dos iniciales grabadas en un banco a fuego de compás.

lunes, 5 de marzo de 2012

un ramo de flores en la espalda...

... y dos luciérnagas cortejándose a la luz de las rendijas de las persianas. Volamos como ecos que se inflaman en vórtices de besos infinitos.



Me dices "no seas impaciente...". No puedo evitarlo.

Pero no desespereres, que el espectáculo no ha hecho más que comenzar.
Tú ya sabes que la luna a mí siempre me sabe a poco.