lunes, 19 de mayo de 2014

reencuentro.

Me desperté una mañana de octubre sintiendo que había perdido la sangre, que mis manos ya nunca volverían a acariciar la pluma de los sueños por cumplir. Sintiendo, no podía ser de otro modo, que mi brújula había perdido su Norte, y que los hilos del destino me empujaban a mecerme por mares tempestuosos olvidando el sol y el calor de la felicidad. Pero un reencuentro con mis fantasmas del pasado me ha ayudado a reafirmarme, a recordar cada una de las razones que me llevaron a aquella isla escondida entre las páginas de un libro, en los huecos de la lengua.

He muerto y he resucitado, más fuerte que nunca, batiendo las alas al compás de una melodía inacabada. Porque al punto final de los finales, sí le siguen dos puntos suspensivos.