Acabarás volviéndome loca. Sólo pido que cuando llegue la hora, pueda descansar en hierba mullida y fresca, bañada por el rocío matutino, y rodeada de amapolas y madreselvas. Y que al girar la cabeza, aún estemos cogidos de la mano.
Yo, que he vertido mi sangre por los límites de tu cuerpo; que descoso reticencias con agujas de miel y secos labios; que mastico amaneceres, auroras rotas de versos y lágrimas.
Yo quisiera encontrar en los rincones de tu mirada una voz, suave como la caricia del otoño en mi piel. Una voz que desgaje uno a uno los pedazos de mi alma, donde los cuervos anidan en boca rota de amor y bandadas.